Los gules provienen del folclore árabe y berberisco. La palabra inglesa ghoul se deriva de la palabra árabe: الغول, que significa literalmente «demonio».
Podríamos distinguir varios tipos de gules, según se alejen del origen árabe del mito del devorador de cadáveres.
El gul clásico, árabe, es una especie de demonio que habita en los páramos, que puede adoptar forma de hiena y que se alimenta tanto de la carne de los viajeros solitarios, como de la que le proporcionan los cuerpos que logra desenterrar. Luego estamos ante un no-muerto con la capacidad de transformarse en hiena y, según que fuentes, en muy distintos otros animales, desde camellos a avestruces de un solo ojo. No se parece en casi nada a un zombi renacido de entre los muertos.
Con la profusión de novelas de corte fantástico (espada y brujería) y, sobre todo, con el nacimiento de juegos de rol como el D&D y compañía, surge la figura del gul como un miembro más de la familia de los muertos vivientes, quedando situado, en cuanto al grado de dificultad de abatirlo con garantías, por encima del esqueleto y el zombi, aunque por debajo de otras criaturas mucho más peligrosas, como los vampiros. Creo que en muchos juegos de este tipo se dio a conocer con el simple nombre de necrófago, merced a sus hábitos alimenticios, aunque nunca le hacía ascos a las costillas de los personajes de los jugadores. Ni rastro queda ya de sus aptitudes transformistas, aunque se perfila mucho más su fisonomía: un cadáver con mucha mala leche, capaz de paralizarte si te alcanza con una de sus garras e inmune a las armas convencionales.
Lovecraft quiso retomar un poco la antigua idea de árabe de gul como un ser carroñero, mitad animal, mitad humano, aunque no perduraron en sus gules las habilidades para transformarse a voluntad. Sin embargo les aportó un cambio sustancial. Los gules de Lovecraft no son muertos vivientes. Son seres vivos, de hecho son humanos que, debido al contacto con otros gules, a compartir su necrofágica dieta y habitar en túneles excavados en torno a cementerios, van poco a poco perdiendo sus rasgos humanos en favor de los propios de los gules; rasgos que semejan en muchos aspectos los de perros, sobre todo en su mandíbula y orejas, aunque tienen pezuñas hendidas, garras y ojos rojos. En definitiva, estos gules lovecraftianos tienen aún menos que ver con los muertos vivientes, pues son seres vivos.
El zombi, fundamentalmente, lo que busca llevarse al gaznate es un buen trozo de carne fresca y, si puede arrancarlo con los dientes de la yugular de un humano que todavía se agita y bombea sangre por sus venas, mejor que mejor. El gul puede conformarse con saquear alguna tumba que otra, aunque, como hemos visto, no le hace ascos a una presa fácil. Casi podríamos afirmar que el gul clásico del folclore árabe es a la hiena, lo que el lobisome u hombre-lobo occidental, al lobo (salvando ciertas distancias).
¿Por qué se ha usado con frecuencia el término ghoul para referirse a simples muertos vivientes? Ni idea a ciencia cierta... En los años cincuenta se puso muy de moda en los títulos cinematográficos hablar de ghoules. Me imagino que sería por abandonar el término zombie o living dead, tan de moda en los años 30 y 40 para referirse a los zombis del tipo haitiano, y aportar un soplo de aire fresco, aun cuando las más de las veces, se trataba de simples muertos vivientes. Quizá hoy en día se siga utilizando simplemente como sinónimo de zombi.
Uno de los principales errores de concepto que se ha cometido en el cine de zombis infecciosos creado por George Romero tiene que ver un poco con la diferencia que en principio debiera existir entre zombi y gul o necrófago, y se podría resumir en una simple pregunta: ¿cuándo deja de comerse a su presa un zombi? En Night, como se están sentando las bases de la renovación del género, sinsentidos como éste se disculpan (así como el miedo al fuego) con creces. Pero si un zombi moderno «post 1968» busca alimentarse de la carne y la sangre de los vivos, ¿por qué no pierden el interés por seguir royendo los huesos de un cadáver y se van en busca de una emocionante presa nueva, vivita y coleante, a la que hincarle el diente?